Quien desarrolle la virtud del valor y la fortaleza, debería desarrollar también un espíritu de solidaridad humana, a fin de alentar, animar y afirmar la vida de su prójimo. Lo contrario. ¿ no sería incurrir en una lamentable forma de egoísmo?.
Las letras S.O.S. componen la señal telegráfica mediante la cual un barco o un avión solicita cuando se encuentran en peligro. El significado de estas tres letras es Save Our Souls (salven nuestras almas). Es el pedido desesperado del naufrago, que clama por auxilio y ayuda. Es la persona, y a veces todo un grupo humano, que pide una mano salvadora.
Y en el agitado océano de la vida, de cuantos corazones brota un S.O.S . – a menudo ahogado y silencioso – en busca de ayuda y comprensión. Tal vez sea el niño huérfano carente de amor, el joven desorientado y enredado en la droga, el hombre deprimido que perdió a su compañera, el libertino que agoniza en la ciénaga de su vicio, el enfermo solitario que ansia una visita, el padre frustrado con su magra remuneración, la madre abrumada por la pesada carga del hogar… En fin, entre sus ansias de alegría y sus prolongados pesares, abundan por doquier las almas desvalidas y a punto de desfallecer.
Son como náufragos espirituales, que con un leve impulso de simpatía podría superar su desdichada situación.
Pero cuán poco valor solemos tener para simpatizar con el hermano caído. Y ese “hermano” puede ser nuestro compañero de trabajo, nuestro vecino cercano, nuestro alumno, o el ser amado que habita con nosotros. Todos necesitamos comprensión. Necesitamos que alguien se conduela de nuestras penas. Pero saber simpatizar es un arte que requiere valor. Y el valor engendra valor . es decir, el fuerte puede hacer fuerte al débil; el que está en pie puede levantar al caído, y el valiente puede impartir valentía al corazón abatido.
Las letras S.O.S. componen la señal telegráfica mediante la cual un barco o un avión solicita cuando se encuentran en peligro. El significado de estas tres letras es Save Our Souls (salven nuestras almas). Es el pedido desesperado del naufrago, que clama por auxilio y ayuda. Es la persona, y a veces todo un grupo humano, que pide una mano salvadora.
Y en el agitado océano de la vida, de cuantos corazones brota un S.O.S . – a menudo ahogado y silencioso – en busca de ayuda y comprensión. Tal vez sea el niño huérfano carente de amor, el joven desorientado y enredado en la droga, el hombre deprimido que perdió a su compañera, el libertino que agoniza en la ciénaga de su vicio, el enfermo solitario que ansia una visita, el padre frustrado con su magra remuneración, la madre abrumada por la pesada carga del hogar… En fin, entre sus ansias de alegría y sus prolongados pesares, abundan por doquier las almas desvalidas y a punto de desfallecer.
Son como náufragos espirituales, que con un leve impulso de simpatía podría superar su desdichada situación.
Pero cuán poco valor solemos tener para simpatizar con el hermano caído. Y ese “hermano” puede ser nuestro compañero de trabajo, nuestro vecino cercano, nuestro alumno, o el ser amado que habita con nosotros. Todos necesitamos comprensión. Necesitamos que alguien se conduela de nuestras penas. Pero saber simpatizar es un arte que requiere valor. Y el valor engendra valor . es decir, el fuerte puede hacer fuerte al débil; el que está en pie puede levantar al caído, y el valiente puede impartir valentía al corazón abatido.
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